17 ago 2014

de mobles e fios invisibles

                                 

                                 

                                 

                                 

                                 

                                 



Estes últimos días foron moi emocionantes. En Mirás, xunto con diego, marga e malva estivemos restaurando o chinero antigo de madeira de castaño que quedara nunha esquina, apartado e descoidado, por mor dunha obra grande que se fixo na casa familiar e pola que houbo que sacar tódolos mobles e pertenecias.
Fai catro anos que acabaron as obras. É no verán cando aproveitamos para ir facendo melloras pouco a pouco, e agora tocoulle ó chinero. Ese chinero no que cando eramos pequeno se gardaba a vaixela dos días de festa na parte superior, e os libros de texto e contos de tódolos irmáns na parte inferior, que é tan a ampla que eu recordo meterme dentro cómodamente para revolver nos libros e ler alí, ás veces ata quedar durmida. 
Estes días pasámolos lixando, pulindo, arreglando as portas, repoñendo os vidros, barnizando, limpando. 
E ó final, colocamos a vaixela dos días de festa, e as banderolas con puntilla nova. 
E abrimolas caixas gardadas con eses libros. E comenzaron a sair tomos e tomos, gastadiños e familiares, que me fixeron bailar as emocións ó reencontrarme con eses contos e debuxos cos que aprendemos a ler e a viaxar, os irmáns, e outros nenos da aldea que tamén viñan ler ó chinero e que se convertiron en irmáns gracias ó fío segredo e sólido que esas lecturas teceron entre nós.
                              *******
Estos últimos días han sido muy emocionantes. En Mirás, junto con diego, marga y malva, estuvimos restaurando el chinero antiguo de madera de castaño que quedara relegado en una esquina, apartado y descuidado, por motivo de una obra grande que se llevó a cabo en la casa familiar y por la que hubo que sacar todos los muebles y pertenencias.
Hace cuatro años que se acabaron las obras. Es en verano cuando aprovechamos para ir haciendo mejoras poco a poco y en éste le tocó al chinero. Ese chinero en el que cuando éramos pequeños se guardaba la vajilla de los días de fiesta en la parte superior, y los libros de texto y cuentos de todos los hermanos en la parte inferior, y que es tan amplia que yo recuerdo cómo me metía dentro cómodamente, y revolvía entre los libros, y leia y a veces hasta me quedaba dormida. Los últimos días los pasamos lijando, puliendo, arreglando las puertas, reponiendo los vidrios, barnizando, limpiando.
Y al final colocamos la vajilla de los días de fiesta, y las banderolas con puntilla nueva. Y abrimos las cajas que guardaban los libros del mueble. Y comenzaron a salir tomos y tomos, muy gastados y muy familiares, cercanos y lejanos a la vez... y las emociones se pusieron a bailar al reencontrarme con esos libros, cuentos y dibujos con los que aprendimos a leer y a viajar, los hermanos, y otros niños de la aldea que también venian a leer al chinero y que se convirtieron en hermanos gracias a los hilos secretos y sólidos que esas lecturas tejieron entre nosotros.



                                   

                                   



No hay comentarios:

Publicar un comentario