28 ago 2015

montonciños de fíos

   
   







Cortando a tela contábame que o son da máquina de coser lévaa a cando era nena, a calquera tarde de domingo chuvioso no piso pequeno da súa abuela de Santiago. Ela xogaba a recoller os fíos do chan e facer montociños do tamaño do seu puño de nena, e como premio a abuela deixáballe xogar un pouco co pedal da máquina que se manexaba co pé e que iba e viña igual que as ondas do mar.
Xa pasaron moitos anos dende eso e aqueles puños medraron. A sensación que non estaba escrita máis que na memoria ven de novo agora que Susana empeza a coser a máquina. 
Fai uns días estivo no meu taller para aprender a facer un neceser deses que tanto lle gustan e que lle axudan a organizalo bolso, ese bolso de mamá previsora no que nunca falta de nada. Agora vive lonxe da súa abuela, ás veces fala con ela por teléfono e cóntalle os seus progresos, e a abuela está contenta. Quén poidera ver o sorriso de satisfacción que seguro se lle debuxa á abuela a quen lle daba os montonciños de fíos do tamaño do seu puño de nena pequena.
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Cortando la tela me contaba que el sonido de la máquina de coser la llevaba a cuando era niña, a una tarde cualquiera de domingo lluvioso en el piso pequeño de su abuela de Santiago. Ella jugaba a recoger los hilos del suelo y hacer montoncitos del tamaño de su puño de niña, y como premio la abuela le dejaba jugar un rato con el pedal de la máquina que se manejaba con el pié, que iba y venía como las olas en el mar. Han pasado muchos años de eso y aquellos puños han crecido. La sensación que no estaba escrita más que en la memoria viene de nuevo ahora que Susana empieza a coser a máquina. 
Hace unos días Susana estuvo en mi taller para aprender a hacer un neceser de ésos que tanto le gustan y que ayudan a organizar el bolso, ese bolso de mamá previsora en el que nunca falta de nada. Ahora vive lejos de su abuela, a veces habla con ella por teléfono y le cuenta sus progresos. Quién pudiera ver la sonrisa de satisfacción que seguro se le dibuja a la abuela a quien le entregaba los montoncitos de hilos del tamaño de su puño de niña pequeña.