Esta fin de semana paseina na casa da miña irmán. Hai tempo que me encargou unhas fundas novas para uns coxíns de medidas diferentes e como nunca se acordaba de medilos, decidín levar a máquina de coser e facelos alí. Despois dos coxíns apareceron os arranxos, o bolsillo dun pantalón, varios descosidos, o longo dunha camiseta,...Montei os aparellos ó calorciño da bilbaína e fixen todo sen ningún contratempos. Á tardiña demos un paseo precioso ó carón do río Ulla, bordeando leiras amarelas de grelos en flor, mirando as violetas, as borraxas azuis, as silenes, as estrelas, flores silvestres que en primavera abondan nos valos e camiños. Pero que eu pasara este fin de semana alí e levara a máquina para facer unhas fundas tampouco ten moito que contar.
O que quería era falarvos da nosa tía Purita. Costureira na posguerra recorría as casas ca Singer na cabeza e facía arranxos alí onde a chamaban. Cando o traballo levaba varios días, no caso de confeccionar ademáis de arranxar, quedaba a durmir e convivia cos da casa. Polos camiños e corredoiras, na dureza do inverno atlántico, alá iba ela co seu porte menudo, risa medida e xenio austero. Sempre con vestidos confeccionados por ela e que ahora chamamos vintage e chaquetiña de punto a xogo.
O domingo eu voltei á casa en coche, claro, coma unha señorita, deixando varias prendas arranxadas e os coxíns lucindo, e no camiño de volta non puiden deixar de pensar en qué difefente sería o traxecto de volta á casa de todas esas mulleres costureiras que recorrian os camiños e corredoiras de Galicia ca Singer na cabeza, e a maestría nas mans de cor violeta a causa do frio.
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Este fin de semana lo pasé en casa de mi hermana. Hace tiempo me encargó unas fundas nuevas para unos cojines de medidas diferentes, pero como nunca se acordaba de medirlos, decidí llevar la maquina de coser y coserlos allí. Despiés de los cojines aparecieron los arreglos, el bolsillo de un pantalón, varios descosidos, el largo de una camiseta... Monté el taller ambulante al lado de la cocina bilbaína y lo hice todo sin ningún contratiempo. Al atardecer dimos un paseo precioso al lado del río Ulla, bordeando los campos amarillos de grelos en flor, mirando las violetas, las borrajas azules, las silenes blancas y rosa, las estrellas, flores silvestres que en primavera inundan los caminos y valados. Pero que yo cosiera en casa de mi hermana y diese un paseo no tiene mucho que contar.
Lo que yo quería es hablaros de nuestra tía Purita. Costurera en la posguerra, recorria las casas con la Singer en la cabeza y hacía arreglos de costura allí donde la llamaban. Cuando el trabajo necesitaba de varios días, en el caso de confeccionar además de arreglar, se quedaba a dormir y convivía con los de la casa. Por los caminos y corredoiras, en la dureza del invierno atlántico, allá iba ella con su porte menudo, risa menudo y genio austero. Siempre con vestidos cosidos por ella misma y que ahora llamamos vintage, y con su chaquetita de punto a juego.
El domingo regresé a casa en coche, claro, como una señorita, dejando varias prendas arregladas y los cojines luciendo, y en el camino de vuelta no pude dejar de pensar qué diferente sería el trayecto de vuelta a casa de todas esas mujeres costureras que recorrian los caminos y corredoiras de Galicia con la Singer apoyada en la cabeza y la maestría en esas manos de color violeta a causa del frío.
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